ELEGÍA A JESÚS BENÍTEZ VILLALBA
I
Así de afable, intrascendente-
mente, tú me contabas
que tu nombre en chino eran semillas de crisantemos...
También de mí decías
que te enseñé a vivir la muerte. ¿Lo recuerdas?
II
¿No habrá nada que aparte ya la muerte de tu vida
entre nosotros...?
III
De que me sirve ahora
esa lucidez crítica
y la virtuosidad en las palabras.
Deja pues que tu oído
descanse al borde de esta página
ya al margen de cualquier lirismo...
¡Así de emocionado!
IV
¡Solo me quedan
cenizas de unas pocas rosas,
que no tenemos voces
ni gestos para hablarnos;
y ni siquiera tiempo en que yo vuelva
a visitarte!