Antonio Cilloniz de la Guerra

Martín Zúñiga

Cillóniz o la poesía que no está hecha para cajas

 

Ricardo Falla, en Fondo de Fuego, antología de la poesía de la Generación del 70, refiriéndose a Antonio Cillóniz dijo en el prólogo que la suya era una poesía que no encaja. Esto quiere decir que no está hecha según los moldes de una época, del sentir de su generación ni mucho menos que se acomoda a las consignas programáticas de los diferentes grupos que había a su alrededor. En los años que Antonio escribe y empieza a publicar, fueron varios los grupos que en Lima (que no es el Perú, pero que todavía creían que lo era hace medio siglo atrás) se reunieron como en pequeñas manadas para poder leerse entre ellos y poder publicarse y hacer fuerza grupal en varios cenáculos entre los que están Estación Reunida, Gleba, Hora Zero y otros. Cillóniz siempre fue tangencial a ellos, y su poesía, sobre todo.
Desde su primero poemario, Verso vulgar, hay una voz novedosa y meticulosa que se inserta en la tradición de la poesía latinoamericana: el encabalgamiento futurista, el canto alucinado y amplio a lo Whitman como en los poemas "Manifiesto literario" o "Canto de resistencia pacífica", y con temas insólitos, rompiendo con el retoricismo y utilizando diversos recursos como la prosa o la epifora; es decir, con todas las herramientas que ya la tradición había consagrado, dar vitalidad y una nueva voz que mire los objetos comunes desde un punto de vista totalmente nuevo, totalmente renovado.
Es por eso que no encaja, que no es un verso empaquetado y listo para consumir. Es un verso que tiene un aliento vital fuerte, que se desgañita, pero que no deja la contemplación propia del esteta. Un rasgo que comparte con quien compartió el premio "El Poeta Joven del Perú", José Watanabe. Ambos insulares, según la crítica; ambos, en realidad, desencajantes. Luego Antonio ha recibido otros premios como el "Premio Extraordinario de Poesía Iberoamericana", en 1985 y el "Premio César Vallejo en Poesía", en 1999, que le fue concedido por el conjunto de su obra; pero tal vez el primer premio sea el más elocuente, pues además tenía un gran mérito en su tiempo: lo ganaron también en su momento Javier Heraud, César Calvo, Luis Eduardo García, Jorge Eslava, para nombrar solo algunos.
El crítico Víctor Fuentes adjetivó así la poesía de Cillóniz: "la marginación o ex-centricidad de Antonio Cillóniz es (hoy en día, en que los centros se hunden o son desbancados por los márgenes) una posición privilegiada". Puesto que solo quien puede tomar distancia suficiente de lo que observa, puede verlo en toda su magnitud y complejidad. Solo quien glosa desde los márgenes, puede redefinir los contornos de lo que está encerrado en el centro.
Esta marginalidad o insularidad han sido, por decirlo de algún modo, categorías gratuitas a la poesía de Cillóniz. Ahora que podemos leer los cuatro volúmenes de su obra completa reunida bajo el título Opus est, tenemos la certeza de que su poesía se inscribe dentro de la compleja maraña de la poesía escrita en español con nombre propio. Estas categorías, por ende, no son más que caprichos de críticos para poder entender la escritura como un proceso de evolución desde una visión cientificista; desde el deseo, más que desde la certeza, de que el desarrollo y la innovación es el objetivo último de todo hacer, incluido la escritura, una tara que nos ha legado la época moderna.
Si uno recorre estos cuatro tomos, cuyos títulos juegan (como debe ser siempre en la poesía, el campo de arena permanente de las cosas serias como lo son los juegos) con las estancias del día y las estaciones del año: Mañanas de primavera, Mediodías del verano, Tardes de otoño y Noches del invierno, se tiene la total certeza de que la preocupación humana, por el hombre imbuido en su condición y sujeción social, los acontecimientos históricos y por el quehacer poético, son las líneas que recorren el pensamiento de Cillóniz, como constantes interrogantes que ponen en entredicho las certezas de la posmodernidad y de la historia que nos han contado en occidente.
Es importante destacar que esta recopilación de su obra, este corpus va a permitir tanto a críticos como a estudiosos poder acercarse a los textos de Cillóniz en esta (por ahora) definitiva recopilación, pues si bien nuestro autor, edición tras edición, ha ido modificando su obra, aumentándola con nuevos poemarios y revisando los poemas anteriores hasta ir presentando de ellos, finalmente, versiones si no acabadas, sí mejores que las anteriores. Ya lo decía Keats cuando le preguntaban porque luego de haber publicado un libro, volvía a corregirlo otra vez, si ya estaba tan bien como lo había publicado con tanta maestría y el respondía: porque cuando corrijo mis poemas, me corrijo a mí mismo. Esa búsqueda constante de una mejor forma, de una mayor musicalidad y certeza, son una constante en quienes tienen pasión por lo que hacen. Esa pasión que hace explotar toda presunción y la convierte en un complejo entramado de sucesos y conexiones entre cada palabra y cada objeto de su propio cosmos interior.

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