–El exilio ¿De qué manera ha influido en tu creación poética?
–El trasterramiento ha actuado de dos maneras en mi poesía, condicionando enormemente su visión del mundo y conformando profundamente su concepción artística, que son los dos formantes de la voz, de la personalidad, del estilo de un autor; de ahí podemos afirmar que mi escritura es consecuencia del destierro. La visión del mundo está configurada por la temática y mi alejamiento del Perú que ha producido en mí, un profundo sentimiento de nostalgia ha hecho que el tema de la historia, de la geografía, de los más diversos aspectos de la vida y de la cultura peruana aparezca con profusión en mi obra; el alejamiento concede a quien observa, en este caso el Perú, una perspectiva mayor, y el hecho de residir en un país diferente al propio permite un reconocimiento mejor y mayor de la idiosincrasia de la patria de uno. Pero incluso en aquellos otros temas que no se refieren al Perú, el exilio determina en cierto sentido la elección o selección de ellos, porque condiciona el acceso a la información que le llega al poeta de manera diversa a la que se da en su país, así como también impone un enfoque diferente a los mismos pues, al estar situado uno en un contexto distinto al de los poetas peruanos que permanecen en el Perú, el punto de vista es distinto y por eso también la perspectiva. La concepción artística en el caso de la literatura viene a estar determinada primordialmente por las lecturas. Y el exilio obliga a una marginalidad respecto del conjunto de los poetas de su generación al tener acceso a un mercado bibliográfico diferente; como a la vez se mantiene un interés que deriva en un conocimiento de la actualidad de la poesía peruana en particular e hispanoamericana en general, dicha marginalidad se convierte más bien en una insularidad, pues la diferenciación no actúa sólo respecto a los poetas del Perú, sino también ante los españoles; ésa es la causa de que muchos críticos consideren mi poesía «marginal», «insular» o «excéntrica».
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–¿Cuál ha sido el entorno textual, literario, histórico-social y biográfico, en el cual tu creación ha permanecido durante estas tres últimas décadas, y viviendo lejos del Perú?
–Me voy a permitir una consideración más amplia para situar mejor esas tres décadas. Prescindiendo de mi prehistoria poética, esto es, de los poemas iniciales no recogidos en libros, mi obra se inicia a partir de 1965, año en el que empieza la creación de Verso vulgar, del que aparece una primera entrega en Cuadernos Trimestrales de Poesía, en 1967 y finalmente se publica en Madrid en 1968 bajo el sello de La Rama Florida & de La Biblioteca Universitaria. Por tanto, en mi actividad poética podríamos distinguir dos épocas, una de 1965 a 1990 y otra de 1991 a 2016. La primera, que podríamos llamar de formación tiene como acontecimientos principales en el contexto biográfico mi viaje a España en 1961 para estudiar Filología Románica en la Universidad Complutense de Madrid, la muerte de mi padre en 1972, mi vuelta al Perú para trabajar en el Instituto Nacional de Cultura del Perú durante los últimos años del gobierno de Velasco Alvarado, mi nuevo exilio en España poco antes del golpe de Morales Bermúdez y mi regreso al Perú en 1990; en el contexto textual, señalaría los premios «El Poeta Joven del Perú» en 1970 por Después de caminar cierto tiempo hacia el este y el «Premio Extraordinario de Poesía Iberoamericana» en 1985 por Una noche en el caballo de Troya, así como las publicaciones de Los dominios (Lima, 1975), que reunía mis tres primeros poemarios y de La constancia del tiempo (Lima, 1990), con prólogo de Romualdo, a mis seis primeros poemarios, con el que se cierra este periodo; por último, en cuanto al contexto histórico-social que viví directa o indirectamente, debo reseñar el triunfo de la revolución cubana, la dictadura de Franco, la guerra de Vietnam, el proceso revolucionario en el Perú, el mayo francés, la primavera de Praga y la caída del Muro de Berlín.
Los veintiséis años siguientes, la segunda etapa de mi poesía, que podemos considerar de consolidación, presenta en el entorno textual las publicaciones de La constancia del tiempo de Barcelona en 1992, que añade tres libros a la edición de Lima y que recibió el «Premio César Vallejo de Poesía» en 1999, de Un modo de mostrar el mundo en el año 2000, de Según la sombra de los sueños en 2003, de Heredades del tiempo en 2012 y finalmente para cerrar la etapa, en 2016 Opus est Poesía completa 1965-2016 y Victoriosos vencidos, ambos en Hipocampo Editores.
Quiero destacar en ambas etapas que concluyen con sendas publicaciones de mi obra poética completa en Lima, que duran veinticinco años y que coinciden con cambio de gobierno en el Perú.
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–Desde el punto de vista de la génesis de las obras es indudable que los diversos entornos influyen en el proceso creador. ¿Cómo se dio en tu obra?
–Ha sido un proceso complejo y amplio, que empieza a los catorce años, cuando estaba yo en tercero de media, gracias a las clases de literatura que impartía el sacerdote jesuita Jesús Valverde Pacheco, cuyo hermano era el poeta español José María Valverde; ahí empezaron mis lecturas literarias, especialmente la de los poetas del programa, que yo iba ampliando, así como mis primeros intentos de escribir poesía, que constituyen mi prehistoria poética.
Pero después ocurrió un hecho trascendental que marcaría mi poesía y que fue mi marcha del Perú hacia España en 1961, con los condicionamientos del exilio, del que ya hemos hablado, y que ha influido signicativamente tanto en la temática como en el estilo de mi obra.
Ahí en España, después, se produjo un cambio fundamental a partir de las lecturas y relecturas de la obras de Vallejo, en especial de su poesía y sus artículos, de los 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana de José Carlos Mariátegui y de las novelas de José María Arguedas y de Ciro Alegría, que me llevaron a mí, y conmigo a mi obra, hacia unos planteamientos éticos y de compromiso político y social. Fruto de ello fueron Verso vulgar y Después de caminar cierto tiempo hacia el este.
Más tarde llegó el llamado proceso revolucionario en el Perú, con el cual colaboré, y el posterior desencanto por el movimiento contrarrevolucionario que llevó al golpe de Morales Bermúdez, lo que se plasmó en Fardo funerario y Una noche en el caballo de Troya.
Mi vuelta a España supuso en un primer momento el reencuentro con otro tipo de dictadura, la franquista, que había dejado atrás al regresar al Perú y que ya vivía sus últimos años; después me tocó vivir el posfranquismo de Suárez y el primer gobierno de González, para más tarde conocer el neofranquismo del segundo gobierno de González hasta el actual de Rajoy, quizás con la única excepción del gobierno de Rodríguez Zapatero; y, por mi visita al Perú, sufrí la crisis económica del final del gobierno de Alan García y las tensiones producidas por la acción terrorista de Sendero Luminoso, así como después vicariamente seguí la dictadura de Fujimori en medio de la corrupción política y económica de su régimen, organizada y dirigida por Montesinos; y en el orden internacional estuve atento a la caída del Muro de Berlín y a la guerra de los Balcanes; todo ello se ve reflejado en los siguientes poemarios, especialmente en Simetrías, Entre espadas de Damocles (antes Como espadas de Damocles) y Panteón.
Más tarde en el plano personal sufrí la pérdida de mi madre, que inspira el Canto de orfandad (en su día Hacia el rosal postrado) en los primeros años del 90.
Por último, debo reseñar también la intervención norteamericana en Irak, que inspirará con una visión amplia del imperialismo norteamericano (que abarca tanto la expansión al oeste americano y hacia México, la guerra de Vietnam, el golpe de Pinochet auspiciado por la CÍA, como el atentado de las Torres Gemelas) el «Cantoral de la Doctrina Monroe», poema de largo aliento que recientemente abre mi último poemario Victoriosos vencidos en el que aparecen otras tragedias del mundo contemporáneo como el campo nazi de Mauthausen, la crisis económica internacional, la crítica al sistema democrático, las migraciones africanas y del Próximo Oriente para terminar con el sentimiento colonizador español manifestado en la reclamación del pecio del galeón San José hundido en las aguas caribeñas de Colombia.
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–Siempre has sostenido que en la poesía peruana perteneces a la generación del '68 y no del '70, como propone la mayor parte de la crítica peruana, por qué?
–No se trata tanto de mi adscripción a una generación u otra. Lo que yo sostengo es que en realidad no existe una generación del '60 y otra del '70. Y me baso en que toda la poesía peruana publicada hasta 1965, más o menos, no difiere de la producción de los poetas del '50. Véase la poesía de Arturo Corcuera, de Naranjo, de Heraud, de Calvo, de Marco Martos o de Cisneros; por ejemplo, compárese la producción poética de Cisneros hasta Comentarios reales con la obra de Wáshington Delgado y no se hallarán diferencias radicales. La ruptura se produce con Consejero del lobo de Hinostroza, Las constelaciones de Hernández, mi Verso vulgar y Canto ceremonial contra un oso hormiguero de Cisneros; es decir, entre 1964 y 1968; después llegarían las óperas primas de los poetas que la crítica identificó como generación del '70. La razón de usar yo la terminología de '68 obedece a que en esa fecha se producen acontecimientos significativos no sólo en el marco nacional, sino mundial, como fueron el golpe de Velasco Alvarado, que produjo un vuelco social en el Perú, el mayo francés o la primavera de Praga, que todos ellos son la eclosión de un proceso que se venía gestando hasta desembocar en los hechos mencionados; así también aconteció en la poesía peruana. Y como observación final, indicar que algo semejante ocurrió con la poesía peruana anterior, en la que al principio la crítica distinguía entre los poetas del '45 y del '50, para finalmente integrarlos en una sola generación.
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–Coincidencias o distancias entre la poesía española e hispanoamericana?
–Las coincidencias entre la poesía hispanoamericana y la española son más bien muy escasas; podríamos decir que cada una ha seguido su propio proceso independiente, ya que como dijo Ortega Gasset «yo soy yo y mis circunstancias» y esto nos indica que al ser muy distintas sus circunstancias el resultado no es el mismo. Así pues, son las diferencias económicas, políticas y sociales entre España e Hispanoamérica las que impiden excesivas semejanzas y establecen la diversidad: casi una carencia de tradición poética, una sociedad interracial y multicultural, unas necesidades económicas acuciantes, todo ello encaminado a una cierta actitud irreverente hacia la lengua, la técnica poética y los estilos literarios, así como también una continua pretensión fundacional del estilo y de la técnica, una preocupación por la identidad y una intención de mostrar su realidad, todo ello desemboca en un arte tremendamente vital y es lo que caracteriza a la poesía peruana e Hispanoamericana, al menos en sus vertientes más significativas. Esta diferencia que encontramos entre la poesía hispanoamericana y la española es semejante a lo que ocurre entre la poesía norteamericana y la británica. Y esto no es propio solamente de la lírica, es un fenómeno aplicable a la literatura en general e incluso a otras manifestaciones culturales.
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–España ¿Qué aportó este país para tu obra?
–Vivir en España ha representado para mí haber podido alcanzar una situación laboral que me ha permitido dedicarme a la poesía sin demasiadas premuras ni estrecheces económicas; dicho de otro modo, no he necesitado desempeñar múltiples trabajos para llegar a fin de mes, lo que me permitió concederle a la literatura prácticamente todo mi tiempo, ya que el trabajo que me otorgaba un sueldo era el de catedrático de lengua castellana y de literatura española y universal. Al margen de eso, significó también para mí el alejamiento de la patria, en un largo exilio, con todas las vivencias, experiencias y circunstancias que conlleva y cuya repercusión en mi obra ya he descrito.
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–¿Reconoces para tu trayectoria poética maestros de la poesía europea e hispanoamericana?
–Por supuesto, eso ningún escritor puede negarlo, debajo de la personalidad, esto es, del estilo o escritura de cada uno, subyacen los ecos de sus lecturas.
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–¿Crees que la poesía hispanoamericana se ha visto relegada, en cierta medida relegada por el "boom" de la narrativa?
–El hecho de que la poesía se vea relegada respecto de la narrativa no se debe a una única causa como sería el boom de la novela hispanoamericana; ni siquiera la popularidad de la novela en general se explica por el llamado «boom». Éste fue solamente una estrategia de mercado orientada a impulsar la editorial Seix-Barral por parte de Carlos Barral, ya que antes, durante y después del boom han existido novelistas a los que el boom no promocionó. El problema de la poesía en cuanto a su escasa difusión reside en su propia esencia: las estructuras poemáticas son mucho más cerradas que las de la novela; las características fundamentales del lenguaje poético exigen principalmente emotividad, intensidad y brevedad, mientras que el lenguaje narrativo se centra en la referencialidad y extensividad; el emisor de la novela es básicamente el narrador, de ahí su carácter argumental, frente a la poesía cuyo personaje contrariamente es una voz lírica, de ahí su falso carácter autobiográfico pero tremendamente emocional. Para mí que ahí está la clave que convierte a la poesía en un género de minorías al exigir un público con una sensibilidad especial; dicho de otro modo, la poesía no admite lectores que no posean un alto repertorio de lecturas poéticas, en tanto que la narrativa es más permisiva, en el sentido de que, al margen de su calidad y cualidades estéticas, puede cautivar o simplemente entretener por su argumento.
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–En España, los últimos años, además de tu obra, se ha difundido la poética de dos poetas peruanos y amigos: José Watanabe y Eduardo Chirinos, significa que logramos más audiencia?
–En el tema de la difusión de la poesía hispanoamericana contemporánea en España podemos distinguir en principio dos aspectos, el de su incorporación a los programas universitarios y el de su inclusión en los fondos editoriales. En el primer caso, los profesores universitarios del área de la literatura hispanoamericana a partir de los años 70 obtienen un conocimiento directo de las obras, de los autores y sus contextos, en otras palabras, acuden a las fuentes, esto es, viajan a Hispanoamérica, conocen a los autores y leen sus obras.
Por otro lado, los poetas hispanoamericanos son editados en España fundamentalmente gracias a que sus obras resultan premiadas en los cada vez más numerosos concursos poéticos; en cuanto a los poetas peruanos, podemos mencionar a Hinostroza y su Contranatura con el premio Maldoror, mi propio caso por Una noche en el caballo de Troya por el Premio Extraordinario de Poesía Iberoamericana, o Chirinos. No faltan tampoco otras vías ajenas a los concursos, de autores que han visto publicadas sus obras, como Belli, Arturo Corcuera, Antonio Cisneros, Watanabe, Zapata o yo mismo, entre otros muchos. Al margen de todo lo anterior, podemos mencionar también la divulgación a través de Internet. Así, los poetas hispanoamericanos contemporáneos tienen más posibilidades que antes de dar a conocer su poesía.
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–Considero que los llamados poetas del 70, quienes radicalizaron sus proclamas al acusar de aburguesados a algunos de sus predecesores (revísese la antología Estos 13 de José Miguel Oviedo, donde aparecen reproducidos los manifiestos iniciales del grupo Hora Zero), constituyen una línea hegemónica que no invalida otras propuestas de escritura poética cercanas al narrativo-conversacionalismo, o vueltas al orden.
–Los grupos poéticos a partir de los años 70 en el Perú por sus correspondientes proclamas y manifiestos constituyeron un fenómeno muy llamativo de la escena contemporánea; pero quizás todas esas soflamas no tuvieron el efecto deseado o aconsejable, porque en realidad lo que consiguieron fue distraer la atención de modo que pasaran desapercibidos sus mejores autores y obras. Hubiera sido más interesante que dichos grupos se hubiesen significado mejor por sus poemas. Por otra parte, la poesía no tiene como función primordial la lucha revolucionaria o los cambios sociales, sino el logro estético; esto no quiere decir que el compromiso político sea incompatible con la lírica, lo que señalo en discrepancia con ciertos postulados expuestos en Estos 13 es que fue fruto de una vehemencia juvenil esa descalificación de los poetas anteriores, bien por su situación económica, por su pertenencia social o bien por su adscripción política, y por ello hacían que dicha descalificación alcanzase a sus poemas al margen de todo logro estético y sólo y exclusivamente por lo que ellos llamaron «su aburguesamiento». Efectivamente, existen muchas otras opciones expresivas afortunadamente, como adoptar diferentes vías de ruptura o volver a diversas tradiciones, sobre todo en el Perú en que la búsqueda de la identidad y de una expresión fundacional constituye una metatradición; pero lo importante en la literatura en general, y mucho más aún en la lírica, es el logro estético; que sea arte puro o de compromiso, en cualquiera de los sentidos, esto es a favor o en contra del orden establecido, es en todo caso algo muy secundario.
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–¿Cómo aprecias a la poesía peruana?, desde España.
–La poesía peruana se ha caracterizado sobre todo durante el siglo XX por ofrecer una variedad de voces de elevadísima calidad; hacer un recuento de la nómina de autores y obras requeriría mucho espacio y tiempo. Podemos decir que en su conjunto la poesía hispanoamericana y concretamente la peruana destacan dentro del ámbito de la lengua castellana. Éste es un fenómeno equivalente a lo que ocurre en los países de habla inglesa, como podemos constatar si comparamos la literatura norteamericana y la británica. Y ello obedece a que las sociedades más jóvenes, en este caso las americanas, presentan por un lado unas preocupaciones más vitales, que afectan a los contenidos, y por otra parte presentan también unas tradiciones más escasas o incluso casi inexistentes, lo que dota a los autores de un desenfado mayor en el uso de la lengua y de las formalidades de los géneros literarios.
Hacer una valoración de lo que viene sucediendo en el siglo XXI nos conduciría a aventurar juicios, pues los nuevos autores no tienen aún una obra consolidada y para aquellos que vienen del siglo anterior no tenemos tampoco suficiente perspectiva como para detectar sus cambios o la nueva orientación de su obra. Es más prudente pronunciarse sólo cuando una obra está cerrada o próxima ya a hacerlo.
Y una observación final, no sólo desde España se puede percibir lo expresado en este punto, pues las valoraciones anteriores son independientes de la perspectiva geográfica o histórica; dichas apreciaciones responden exclusivamente a un acercamiento crítico, creo que con absoluta objetividad.
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–Luego de tu obra completa, ¿qué vienes escribiendo?
–Actualmente, salvo algunos pocos poemas inéditos que se incorporarán a los últimos libros que figuran en el cuarto volumen de la obra completa, Noches del invierno, según el estilo y la temática, estoy trabajando en la continuación del poemario Victoriosos vencidos.