miércoles, 28 de noviembre de 2012

ANTONIO CILLÓNIZ DE LA GUERRA [8.605]


Antonio Cillóniz de la Guerra

Antonio Cillóniz de la Guerra (Lima, 1944) salió del Perú e 1961 y, salvo el breve período de 1973-1974 durante el cual trabajó en Lima en la Editorial del Instituto Nacional de Cultura, ha residido siempre en España, donde se licenció en Filología Románica por la Universidad Complutense y en Historia Moderna y Contemporánea por la Universidad Autónoma de Madrid, ejerciendo la docencia como catedrático en lengua y literatura españolas hasta su jubilación.

Como poeta, obtuvo en 1970 el renombrado premio Poeta Joven del Perú por Después de caminar cierto tiempo hacia el este (Lima, 1971) y fue incluido tanto en el tomo tercero de Imagen de la literatura peruana actual (Lima, 1971) de Julio Ortega (Casma, 1942) como en la célebre antología Estos 13 (Lima, 1973) de José Miguel Oviedo (Lima, 1934). Estos hechos contribuyeron a que se considerase a Cillóniz como miembro del 70 y no del 60, según los criterios de clasificación generacional de entonces, periodización cuestionada por el propio Cillóniz en su intervención en el “II Congreso de Peruanistas” celebrado en Sevilla en 2004, donde afirmó que entre 1965 y 1968 se produjo una evolución poética en el Perú, que se desmarcaba de la generación del 50 y no de la generación del 60, pues ésta era mera prolongación de aquélla.

A pesar de la adscripción de Cillóniz al 70 se reconoció cierta singularidad a su poesía; así, Oviedo en el prólogo de Estos 13 (p. 19) afirma que “por razón de su exilio en Madrid es casi un marginal” y Ricardo Falla (Lima, 1944) en Fondo de fuego. La Generación del ‘70 (Lima, 1990) lo sitúa dentro de los poetas insulares de dicha generación (p. 82).

La obra poética de Antonio Cillóniz está recogida en las siguientes ediciones: Verso vulgar (Madrid, 1968), Después de caminar cierto tiempo hacia el este (Lima, 1971, premio Poeta Joven del Perú, 1970), Los dominios (Lima, 1975), Una noche en el caballo de Troya (Madrid, 1987, Premio Extraordinario de Poesía Iberoamericana 1985), La constancia del tiempo (Lima, 1990), La constancia del tiempo. (Poesía 1965-1992) (Barcelona, 1992, premio César Vallejo en Poesía 1999), Un modo de mostrar el mundo (Madrid, 2000), Según la sombra de los sueños (Madrid, 2003) y Heredades del tiempo (Buenos Aires, 2012).

En Hipocampo Editores publica Victoriosos vencidos (Lima, 2016) y Opus est poesía completa (1965-2016) en la Serie Cavalts Armats (Lima, 2016) en cuatro volúmenes: Mañanas de primavera, Mediodías del verano, Tardes de otoño y Noches del invierno.

Su poesía ha sido traducida al italiano por Antonio Melis y María Beatrice Lenzi, al árabe por Bahira Abdulatif y Khalid Raissouni y al francés por María del Carmen Sotillos Rubio.

Antonio Cillóniz, un poeta que, perteneciente a esa generación del 70 (o del 68, como prefieren algunos) ha sido calificado como poeta «insular» y «marginal», portador de una obra personal y coherente, próxima a una realidad de la que da cuenta con minucioso rigor, pero también con alta conciencia del instrumento lingüístico utilizado. Belén Castro Morales.

La marginalidad preservó a Cillóniz de lo estentóreo y parricida. Es otro de los deslindes que lo alejan del grumo gregario cuyo correlato poético es el poema de reflexiones intermitentes y filosofantes. Se percibe en los últimos poemas de Cillóniz, como en otros marginales, una mayor concentración verbal, un reajuste expresivo, un verso más templado y riguroso; todo lo contrario de la ya fatigosa expansión prosaica característica del coloquialismo residual. Alejandro Romualdo.

Cillóniz optó por un lenguaje a veces difícil, rico en oscuridad y en imágenes, en el que no es raro percibir reminiscencias afortunadas de la poesía americana de ascendencia prehispánica.

Esa riqueza marca también las distancias que mediaban entre Cillóniz y la mayoría de los miembros de su generación: él era un poeta culto, no sólo capacitado para el uso inteligente de las referencias históricas o literarias que demuestran sus versos, sino para utilizar diferentes registros y aprovechar la tradición en beneficio de su creación personal. Con una concepción más compleja del hecho poético que la ofrecida por quienes se limitaban a practicar el prosaísmo.


SINFONÍA DEL NUEVO MUNDO

Nos forzaron a mirar atrás.
Una torre fue grande, ¿no? Chartres fue grande, ¿no?
Y la música. ¡Ah, la música! Pero no creas
que te estoy requiriendo a través
de la mirada de ese animal, éste
que tan hondo percibes
en la expresión de aquél a quien la muerte asedia.
Sin término se abren con la mirada de la bestia
los amantes; un niño allí calladamente a veces
levanta la cabeza y nos mira
de lejos pues la muerte cerca no se distingue.
¿Quién nos ha invertido así? ¡Ni los templos ya respeta!
Mas esto no debe perturbarnos. La vida transcurre
en mutación constante,
aunque donde algo todavía permanece
en nuestro interior
lo hemos previamente transfigurado.
Pues ser pasivo es ser no-ser, para ser
contemplado
uno y otro
otro día.
Extraño mirar lo que antes estaba en relación perenne
sueltamente aleteando. Extraño no desear ya
ni los propios deseos.
Fue el vacío lo que sintió primero
la vibración que hoy nos complace,
sabiduría de aquellos maestros del dominio.
En pocos el impulso a la acción se alza tan fuerte,
la tentación de florecer les llega.
¡Pero mira!
Tomó, desechó, escogió
y fue capaz
de hacerlo todo digno.
Mezclando bajo sus párpados somnolientos
¿quién podría haber evitado
el inundante torrente del origen?
No hay prudencia en el que dormía. ¡Cómo se vio impelido
a formas primitivas! ¡Cómo se entregó!
¡Oh, tómalas, córtalas, estas hierbas saludables
pequeñamente florecidas! Colócalas
entre los gozos que aún no nos están permitidos;
florecen y desflorecen
arrebatadas por su propio polen
recibidas como un juguete. Estas cosas
que viven en tanto que mueren
están deseando que las transmutemos por completo.
¿No es lo que buscan
un invisible resurgimiento
en nosotros?
Aunque todavía entre los hombres
podrás hallar de vez en cuando
algún pulido pedrusco
de dolor original.


ARCANO MUNDO

Los días
de las gloriosas epopeyas
han pasado:

ya no veremos
levantarse
el humo de las antorchas

al pie
de las
escalinatas
de los
templos

ni las ninfas de blancas túnicas
ceñidas a la cintura

venir
descalzas y bronceadas
a ofrecernos

una copa de vino
–para siempre
sonrientes

en sus ánforas de barro–
vino y agua,

flores y uvas
en sus cestos de mimbre.

Las nubes
cubren ya las cumbres
de los montes...

...en los valles
ningún fornido brazo

detiene ya las lanzas con su escudo
ni conduce

la yunta de bueyes por la huella. De aquellos fieros guerreros
de piernas y brazos
musculosos
en épocas de paz

ya no se distinguen las bellas doncellas
delicadas
y jóvenes
y alegres.
Son un puñado

de tierra quebradiza que se escapa entre los dedos.
La espada oxidada,
los escudos abollados,
los hilos
podridos
de la ropa

entre trozos de vasijas
rotas.

Ya los tiempos de la fama
han vuelto

la cara
hacia la bruma del Olimpo. Solo el almendro
blanco de flores florece en las faldas de las colinas.
Ha pasado la edad
en que la cabeza

de la de Samotracia
soñaba
tiempos hermosos, años

en los que
las manos de la de Milo acariciaban
los torsos
apolíneos
de gloriosos
guerreros.
El ánfora reseca,
la cesta destejida.

Los grandes poemas
no cantan ya las hazañas de los terribles aquélidas
sino los horrores de las máquinas de guerra.
No son
ya el descanso del guerrero en medio de la batalla

sino la ira del tirano,
los higos podridos,
las flores marchitas

en el polvo gris de la aridez
de las piedras y escorpiones.

Unas gárgolas sarcásticas
ya ríen

desde lo alto
de los muros de la Edad de Piedra

escupiéndonos el agua
aún más sucia
que la lluvia del Cielo.

Porque ya han vuelto los tiempos
otra vez, oh señores
de la guerra,

en que es más rentable construír
edificios sólidos que resisten el paso de los neutrones
no de los hombres,
mis poemas ahora prefieren soñar
con la cabeza

de la Victoria
de Samotracia
que acariciar con la mano

de una Venus como de Milo
el torso, femenino casi,

de estos jóvenes guerreros.


EL ANÓNIMO DE LIMA

Yo escribo aquí desde una casa
lóbrega y oscura
para un niño rubio de Missouri
que espiga una llanura
amarilla de trigo bajo el sol.
Y escribo también para el viejo
negro/feo/enfermo de Brooklyn
que no sabe leer.
Yo escribo
para los que no saben que yo escribo
y ni siquiera que existo.

De Una noche en el caballo de Troya
“Premio Extraordinario de Poesía Iberoamericana 1985”
(Madrid, 1987)



AHORA MÁS CLARO

Creían que cantaba tiempos idos,
historias de extraños reinos.
Pensaban que escribiría anécdotas.
Jamás se me quebró la voz.
Nunca me temblaron los labios.
Fue mi mano estremecida
la que siguió el curso
entrecortado
de los acontecimientos.
Suponían
que construía un abismo de silencios
y soledades
para tenderme
en la medida de mi desidia.
Sin comprender
que toda información acerca de las mil formas de censura
también fue censurada.



TEMAS MÍTICOS

En que héroe
en cuál
batalla
voy aponer acento,
con cuánto afán
contaré los hechos
si aquí sin énfasis
como una balsa bajo el mismo sol
que contempló Parménides
junté los pies,
doblé las rodillas, estiré las manos,
incliné la cabeza
y apoyé los ojos
en las pesadas aguas de Heráclito
y quedé varado,
anclado
ante el horizonte fijo
que encerró Copérnico,
flotando inmóvil
en el mismo punto del círculo concéntrico
que sustentó a Ptolomeo.


UNA PALABRA

Una palabra
de más
y hallaremos perdida la esperanza.
Tan solo una palabra oscura
bastará.
Cuándo podré por fin
escribir tu secreto nombre
palabra amada.



LOS TRABAJOS DE LA TIERRA

Tienes que reconquistar el imperio
de una azada de tierra
para abrigar un puñado de granos
como la esperanza
de trigo
o de maíz.
Después de 14 incas y de 14 virreyes
vuelve a medir con tus pies
las tierras del guanaco.
Pero después de 14 presidentes
vuelve a medir
tu vara de medir
y sabrás bien su tamaño.



Midas

Si hay huellas de oro por tu cuerpo
eres esclava.
Pero si tienes el tatuaje
del hierro sobre tu piel
tú serás libre
porque nadie
ya vieja enferma y muerta
va a venderte o a enterrarte. 




Victoriosos vencidos
EL DANUBIO ROJO

Bello Danubio azul,
el ruido de tu paso
es una canción de hace mucho tiempo
y fiel extiende el sentimiento de Alemania
lejos del bosque negro.
En Viena,
ya en la margen derecha de tus aguas verdes,
caminé hasta destrozar mis pies
sobre adoquines de granito
traído de Mauthausen.
Y hoy no muy lejos del Danubio
vencejos,
vencejos negros sobrevuelan
sobre los muros grises de Mauthausen
alambradas de espino tan tupidas
que ni siquiera el viento puede traspasarlas.

***


A la llegada
nada más dar la vuelta te reciben
las alas extendidas
de una inmensa águila amenazadora
con una gigantesca svástica en las garras.
Entraron por la puerta en número de siete mil
de los que cinco mil salieron por la chimenea,
como a ellos les decían.
En el anonimato de la multitud murieron tantos
y entre esos siete mil no estaban, no estuvieron nunca
los que fueron asesinados antes en la carretera,
los que murieron antes de llegar a la estación,
los que después llegaron muertos a Mauthausen.


***


Prisioneros de guerra no,
sino vencidos victoriosos de la tierra,
cautivos en el monte de la muerte
y condenados a los campos de exterminio,
uno a uno, gloriosos desterrados
del esperpéntico sainete españolísimo
en que un traidor te acusa de traición,
de sedición un sedicioso militar,
de rebeldía un sublevado general
sin escrúpulo, sin honor, sin honra;
y uno a uno entregados a la resistencia heroica
contra la vergonzosa colaboración francesa.
Republicanos, doblemente fieles,
fueron las víctimas de Franco,
son las víctimas de Vichy,
serán las víctimas de Hitler.


***


Alrededor el aire
se vuelve irrespirable
en un hedor de piel y carne chamuscada;
y al encender la máquina que extrae el gas
hasta los pájaros parados
en los aleros del tejado mueren.
Bajando 186 peldaños
hacia el infierno,
subiendo 186 peldaños
hacia la muerte,
con una piedra al hombro
desde un cuarto del peso de su cuerpo
hasta llegar a cuatro tercios de su propio peso,
escalón a escalón trepando a roca viva
en manos de torturas
y en piernas de agonías.
Alrededor,
360 voltios rodean todo el campo.


***


Un sofocante sol a mediodía,
una gélida oscuridad a medianoche,
entre relámpagos de las descargas
es el tiempo en los barracones de madera.
Ése es el tiempo;
el tiempo antes de la cantera,
que esconde la guadaña fría
con sus orines y excrementos
en un rincón,
ya en los camiones o en los trenes
del viaje hasta Mauthausen;
y el tiempo en la cantera ya en Mauthausen,
que enseña una guadaña reluciente
en cada barracón,
en cada piedra de los muros,
en cada púa de las alambradas,
en los peldaños de las escaleras,
en la fuerza que arranca de la roca, golpe a golpe, cada blo-[que
cargado piedra a piedra;
y el tiempo ya después
de la cantera en la guadaña
que silba ya en el aire
en medio de los perros:
el tiempo de la cámara sellada,
el tiempo de las ráfagas de plomo,
el tiempo de las alambradas electrificadas,
el tiempo de la aguja en la inyección letal
o el de la aguja en la extracción sanguínea como un diente
de pastor alemán, hasta dejar los cuerpos desangrados,
porque esa sangre de judíos,
esa sangre de homosexuales,
esa sangre de prostitutas,
esa sangre de antifascistas fuera de sus cuerpos,
toda esa sangre fuera de sus venas,
sin pulso ni latidos,
ahora sí que sirve
a los soldados,
ahora ya les vale
a los heridos.


***


¡Sangre de hermanos ácratas,
sangre de compañeros socialistas,
sangre de camaradas comunistas
corriendo por las venas nazis!
¡Ya en sus pequeños corazones arios
late la sangre del judío
para matar judíos,
late la sangre del gitano
para matar gitanos!


***


¿Adónde estaban las murallas de Jerusalén?
¿De qué sirvieron sacrificios y alabanzas de Abraham o de [David?
¿De qué ha valido entonces
haberlos elevado hacia el vacío,
hacia la nada?
Los ángeles custodios de los hijos de Sión
¿adónde estaban?
¿Qué fue del arco de la nueva alianza
con el pueblo elegido del Señor?
¿Qué se hizo tanta tierra prometida?
¿Adónde estaba Dios?
¿Pero qué resultó en verdad Sodoma,
o qué Gomorra,
y qué sólo un becerro de oro,
sino después la propia Roma?
Lo mismo que este nuevo muro
de mis lamentaciones
será después también el de mi muerte.


***


Gitanos,
únicos descendientes de Caín,
de la estirpe de Cam, también
parientes de una tribu de Israel
perdida en el Egipto faraónico,
todo eso han dicho de nosotros,
magos de Siria, forjadores
de los clavos de Cristo, hasta ladrones,
todo eso dicen de nosotros.
Nadie pensó mirar la bola de cristal,
fueron inútiles las ramas de romero en los bolsillos
junto al pañuelo con la sangre de la amada
del día de la boda y la navaja
con la sangre de la venganza y el honor;
ésa es nuestra balanza
para medir la vida ante la muerte.
Ninguno se leyó la palma de la mano.
¿Quién iba a imaginar que el fuego
no era para acampar a las afueras siempre
en las ciudades?
De nada sirven los conjuros hoy.
Ahora somos una caravana sin carretas
peregrinando sólo
del barracón a la cantera,
de la cantera al barracón;
¿no era que estábamos aquí
condenados a errar por todo el mundo,
de pueblo en pueblo,
de país en país,
de continente en continente?
Y, habiendo sido condenados a galeras
tras la pragmática de Carlos,
¿dejamos de viajar acaso entonces?
Y ahora, en caravanas de cenizas por los aires
sin carreta también se inicia un tránsito
al más allá,
de pueblo en pueblo,
de país en país,
de continente en continente,
siempre hacia el más allá.


***


Refriegas de animales, no batallas,
la brega a fuego y plomo
del cincel y el martillo contra la guadaña,
escaramuzas de la frente contra el pie en las escaleras,
batallas no,
sino la pugna de los cuerpos con sus sombras,
peleas cuerpo a cuerpo del sudor y de la sangre
a pies y manos contra el suelo,
contiendas de las carretillas con las piedras,
las luchas de los cuerpos con sus almas,
enfrentamientos en secreto
de las cucharas con las escudillas
y el duelo de las almas por sus cuerpos.


***


Desnudos cuerpo contra cuerpo, descarnados
clavándose los huesos de unos como huesos propios en los [huesos de otros
van entrando a las cámaras oscuras,
unos mirándose en los ojos de otros sin poder moverse,
esperando todos en medio de la asfixia
el gas irrespirable
con el picor que llega hasta los ojos antes
y hasta los labios antes que a la lengua
y en el ardor después en la nariz y la garganta
hasta la quemazón final en los pulmones
que nubla los sentidos y la mente;
y ya la muerte,
la muerte de cadáveres parados
sin lugar para caer en tierra al suelo.
Se ven difuntos que entran
al cuarto en donde arrancan a tirones,
a puro puñetazo,
a martillazo limpio dientes de oro.
Más tarde llegará también la muerte
a los estanques de agua helada a la cintura,
a los colgados por los pies
con la sangre agolpada en la cabeza;
visitará los hornos crematorios hasta ser ceniza,
mirará desde el muro de los paracaidistas
las aguas pantanosas allá abajo
y esperará asomada en los salientes de las rocas.


***


La muerte,
la muerte acompañando siempre al comandante
en el cañón de su pistola Luger,
también la muerte del teniente,
la del cabo, la del soldado raso
con su fe en los fusiles máuseres a punto siempre
y en los gatillos de las metralletas siempre firmes,
la muerte caminando lentamente entre los perros,
entre los presos,
entre los muertos;
la muerte
que ladra en los tobillos,
la muerte a dentelladas,
la muerte en un colmillo
que se anticipa a las heridas,
al estertor y salta
sobre los hombros de cada uno,
los toma por la espalda,
los abraza,
les habla susurrando apenas al oído,
en los barracones, las letrinas,
la cámara de gas,
el crematorio;
la muerte que arde hasta quedarse sin oxígeno,
la muerte entre rescoldos y en la escoria entre cenizas,
desparramada por el fondo,
acurrucada en un rincón del horno,
porque no es una sola muerte, temo,
porque tampoco es cada muerte aislada, pienso,
sino bastantes, creo, sino todas juntas, dime,
¿a que es verdad?,
José Torres Tribó, tú bien lo sabes,
que fuiste incinerado vivo.


***


Señalados uno a uno en su triángulo invertido azul
de apátrida y su número
cosido en la memoria, en la conciencia,
y también hacia afuera,
hacia los ojos del verdugo en cada gorra
y en todas las chaquetas,
pero también su número y su triángulo
solidario entre todos,
hermanos, compañeros, camaradas,
con cada número detrás, delante, a cada lado,
caído por el suelo en el estómago del hambre,
arrastrado en la sed de los riñones,
sufriendo en los orines y excrementos cálidos,
llorando por las lágrimas ya huérfanas de llanto
y los sudores fríos
tropezando con el reloj del hígado parado
y en el del páncreas sin remedio
o en el pudor del hueso ante las pieles descarnadas,
tan trémulas y pálidas,
y en el corazón ebrio de benceno finalmente.


***


Ay, la escala de Jacob, que no asciende nunca al cielo
surgiendo de la pesadilla de los sueños,
sino que en una terrorífica vigilia
desciende desde el muro de los paracaidistas
hasta caer a fondo a la cantera.
Escala de Jacob que asciende y que desciende,
que baja y sube
186 pasos,
que baja y sube
186 contrapasos.
Que hacia el infierno sube desde abajo
para bajar hacia otro mismo infierno desde arriba.
Escala de Jacob, de Salomón,
de Juan y de Santiago,
pero también escala
de Franz, de Fiedrich, de Otto.
Escala del que amaba
y se dejaba amar, sin distinción de sexos;
escala
del que con fe pensaba
sin dogmas, sin doctrinas, sin ideologías,
seguir soñando esperanzado;
escala
del que vivía sin saber de razas
esperando morir tan sólo como bípedos,
como vivíparos,
como mamíferos
y, sin embargo, trasladados como plagas de langostas,
para sufrir como animales,
como recuas de mulas,
para vivir como gorgojos, liendres, larvas, ácaros,
para tentar las sombras siempre,
de ahora, de tal vez mañana, aunque quizás de nunca,
como topos, como carcomas,
para rodar en medio de los ruidos, finalmente,
a la ceguera eterna
de la infinita oscuridad,
a la sordera eterna
de un silencio infinito,
ahí cayendo como moscas, como chinches,
como conejos.


***


Y hubo otro modo de alcanzar también la rigidez y el frío
ya no en el escalón tras cada zancadilla
sino por ser lanzado desde lo alto al aire
violentamente
y caen
verticalmente, caen arañando el aire
desesperadamente, van cayendo
tratando de vencer la gravedad, inútilmente
aferrándose al aire que traspasan con los brazos
hasta rozar algún saliente de las rocas
y abiertas ya en canal sus carnes
cayendo, irremisiblemente
bajando raudos
hasta frenar de un golpe
terriblemente
seco, como un costal de huesos rotos que al chocar
se desparraman por el fango en que el vacío acaba
y donde ahí se ahogan
si siguen vivos.


***


Allí estuvieron hombres y mujeres
incluso niños de todas las naciones
y de ninguna, los apátridas de Franco:
"Guardad la cabeza bien alta,
hoy en Mauthausen
el primer español ha muerto",
José Marfil de Fuengirola, Málaga,
muerto después de haber sobrevivido
al fratricidio, al parricidio,
al magnicidio, en su memoria
primer minuto de silencio,
aquí en Mauthausen, todos firmes,
también Antonio Benedicto
de Zaragoza, muerto
a diez días de la liberación,
entre otros, entre muchos otros, entre todos ellos;
todos nacidos en España, "¡siempre alerta
hermanos de infortunio y sufrimiento
si queremos que aquellos años
no vuelvan!", nos escribe Antonio Hernández,
liberado el 5 de mayo del 45,
en memoria de Antonio Cebrián y de José Fontanet,
sus amigos, con menos de un mes de diferencia
los dos muertos en Gusen el 41,
entre otros, entre muchos otros, entre todos ellos.


***


Siete mil españoles republicanos muertos
en Gusen y en Mauthausen.
Y ahí también estuve mudo
y sordo a los turistas bulliciosos
y yo sentía aún detrás de mí
los ladridos, las carcajadas, los insultos,
los gritos, los disparos,
hasta el silencio.
Aquí yacen los hombres sin saber de sus mujeres,
aquí yacen las madres sin sus hijos,
aquí yacen los niños separados de sus padres;
aquí yace cada uno solo
en medio de la soledad de todos.
Hasta el deseo en la desesperanza
fue una lenta y cruel agonía;
porque sobrepasó el terror a la maldad.


***


Arrodillados,
acuclillados,
sentados o hasta echados
desesperadamente algunos
optaron por vivir la muerte
sin fuerzas casi ya para ahorcarse;
porque el abatimiento quiso huír de la monstruosidad,
arrodillados,
acuclillados,
sentados o hasta echados
unos abandonaron el suplicio de tener que respirar,
muertos de pie
con una soga al cuello
para dejar atada al cuerpo
la muerte, como un perro a un poste;
de inanición murieron sin autopsia, sin enterramiento,
sin conseguir colgarse.


***


Temporalmente
la niebla cubre los horrores,
temporalmente
el humo cubre las cenizas,
temporalmente
el agua de la lluvia cubre
también la sangre,
temporalmente el tiempo
lo cubre todo,
sólo temporalmente.


***


Ahora entre la niebla
ya se oyen los motores,
ya se adivina la Cruz Roja en los camiones
transportando los hospitales de campaña,
ya está llegando el frente de la guerra hasta Mauthausen;
por esta vez el humo de la chimenea
no huele a piel ni a carne humana,
sólo por esta vez el horno crematorio
incinera precipitadamente
papeles del horror, películas de la barbarie,
fotografías del espanto.


***


Víctimas del franquismo,
víctimas del fascismo,
víctimas del nazismo,
ahora ya
con banderas republicanas,
eso sí,
ya sin svástica, sin águila,
ni centinelas,
los españoles antifascistas saludan
a las fuerzas liberadoras.
Y entonces
todos los liberados fueron recibidos en sus patrias
como mártires del horror,
como víctimas del espanto,
como héroes de la barbarie,
mientras los españoles, ya
sin el triángulo azul de apátridas de Franco,
jamás tuvieron un país al que volver.
Fueron estos los que quedaron solamente
sin vida pero vivos para revivir la muerte
porque sin patria, sin parientes, casi sin amigos, solos,
la muerte siempre fue de todos ellos,
porque de todos ellos es la mortandad
lo que perdura,
lo que pervive aún,
lo único que ha sobrevivido
permaneciendo siempre entre estos muros.



Opiniones sobre la poesía de Cillóniz

Teodosio Fernández:

-Cillóniz consiguió conjugar la preocupación social con el «purismo» simbolista o surrealizante, superando una polaridad que los años sesenta parecían haber dejado sin vigencia.  
...
-Cillóniz sostenía así una conversación inagotable con la tradición literaria, y eso le permitía a veces transmutarse en antipoeta, en algo mucho más complejo que un poeta realista y propenso a la crítica social. 
...
-Cillóniz consiguió conjugar la preocupación social con el «purismo» simbolista o surrealizante, superando una polaridad que los años sesenta parecían haber dejado sin vigencia. Esa fue su forma de indagar en una identidad americana que afloraba como imaginación de los orígenes, como acercamiento a oscuras fuerzas telúricas, como reelaboración de mitos o fantasías de tierras y gentes legendarias, como rebeldía de los desheredados frente a un destino adverso.


Alejandro Romualdo:

-Cillóniz es un poeta realista y crítico. Adjetivar el realismo es una tautología obligatoria si tenemos en cuenta los cuantiosos “reflejos fieles” que lo han degradado a simulacro especular apologético. La visión materialista del poeta abarca la historia vasta y global y la pequeña historia humana de la cotidianeidad. En esas direcciones, la utopía de cada instante es la lucha que prepara la fiesta que ilumina benjamineanamente el “sentido histórico”.


Belén Castro Morales:

-En esta tradición reciente que busca la síntesis entre purismo y compromiso, entre hallazgos vanguardistas y discursos de varia procedencia, antes no aceptados por el canon poético, se inserta con trazos originales y con voz propia la poesía de Cillóniz.
...
Su proyecto poético, considerado en su conjunto, implica la consecución de un lenguaje poético versátil y finamente aguzado, dotado para la desgarrada ternura y para la parodia, para el realismo social y para la reflexión metafísica, para el monólogo dramático y para el epigrama ácido. Y consigue un lenguaje poético asombrosamente económico en sus medios expresivos, pero nunca inocente respecto a su propia complejidad retórica y capaz, al mismo tiempo, de sustentar una estrategia crítica y una ideología. 


Juan Felipe Villar-Dégano:

-Cillóniz entra en esta constante vallejiana que le permite interiorizar lo social sin perder su dimensión humana, de hombre común que ríe y llora, está reflexivo o intrascendente, aunque le acompañen más los cactus de amargura que las guirnaldas de placer.

...
-Desde 1967 la poesía de Cillóniz va configurando una lenta y efectiva labor de desmitificación, pero no en el sentido de Eielson o Romualdo que luchan con la palabra y la frase hasta pretender abolirla, sino desmitificando tópicos y contenidos desde la historia, los propios mitos y la dimensión irónica del lenguaje, con sutiles desdoblamientos semánticos. 

...
Antonio Cillóniz es un poeta isla que ha ido trazando sus versos al compás de dos ritmos: El social y el individual.  


Jason Wilson:

-Cillóniz escribe poemas que son chispas de humor negro, con inversiones súbitas que nos sacuden. Se desconfía del poder seductor y lírico de la palabra poética para hacernos conscientes de ciertas trampas idealistas, casi sinónimas de la poesía lírica. Al mismo tiempo no le basta a Cillóniz el lema quevediano del «desengáñate», porque va más allá de lo personal subjetivo; quiere encarar lo social. ¿Una poesía política entonces? Evidentemente. Recordando la etimología griega acerca de quien no se preocupa de la política, se dice que es un idiota.


Alejandro Romualdo:

-Otra distinción de Cillóniz es su persistencia en la línea de los grandes poetas clásicos castellanos: Quevedo, Vallejo, Hernández. Continúa la tradición orientándola hacia poetas como Maiacovsky y Brecht. El versículo tiene su origen en resonancias bíblicas, y, cosa rara en su generación, son perceptibles las flores silvestres abriéndose en algunos de sus poemas de aires andinos, levemente impresos en la sintaxis.El Perú precolombino, colonial, republicano, también está presente.  


Antonio Melis:

-Cillóniz asume plenamente y soberanamente la responsabilidad de la palabra, a partir de una autoconciencia cumplida del oficio literario. Consigue en esta obra una extraordinaria transparencia de lenguaje, que corresponde perfectamente a una mirada luminosa y penetrante sobre el enredo de la vida humana. Por eso su mensaje poético intenso adquiere también el significado de un modelo intelectual, ofrecido con firmeza y dignidad en el desierto de estos años que estamos recorriendo.
...
-A veces, el verso de Cillóniz parece acercarse a una forma de antipoesía. Pero de la antipoesía conocida, y tan importante en el Novecientos poético hispanoamericano, lo separa la ausencia de una intención iconoclasta en el terreno del estilo. Ya no se trata de atacar los residuos de un tono solemne y alto, sino que se necesita recuperar las herramientas de un lenguaje gastado por la rutina. De allí este aspecto de reconstrucción de un idioma que presentan muchas veces sus poemas. La lucha con las palabras es una tentativa de comprobar su vigencia y eficacia.
Consigue en esta obra una extraordinaria transparencia de lenguaje, que corresponde perfectamente a una mirada luminosa y penetrante sobre el enredo de la vida humana. Por eso su mensaje poético intenso adquiere también el significado de un modelo intelectual, ofrecido con firmeza y dignidad en el desierto de estos años que estamos recorriendo.
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-Cillóniz no puede ya identificarse con la «poesía comprometida», por lo menos en su acepción tradicional e inmediatista. Su compromiso es a largo plazo, y se identifica con una búsqueda incesante y sufrida de la verdad.
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-Esta última etapa de la poesía de Cillóniz confirma y acentúa los rasgos de su personalidad. Aparece ahora en primer plano un elemento que se había asomado a veces en la producción anterior. Se podía definir como una visión de la vida desde la muerte. Es una perspectiva que, más allá de sus raíces autobiográficas, se vincula con toda una tradición literaria muy antigua. Mijail Bajtin ha investigado de manera insuperable esta línea del «diálogo de los muertos».
La obra de Vallejo constituye, para todo poeta peruano (y no sólo peruano), un reto y un riesgo al mismo tiempo. En la poesía madura de Cillóniz, este punto de referencia adquiere claramente una función de estímulo para un mejor sondeo en sí mismo. Es el Vallejo más rigurosamente geométrico, quien impulsa hacia un discurso poético apremiante, que adquiere a veces casi la estructura de un teorema.
Cillóniz no se dedica a ensamblar artificialmente o casualmente poemas concebidos en origen como un cuerpo autónomo, sino que desarrolla con coherencia un discurso envolvente, que culmina naturalmente en la estructura del libro. Como en una sabia telaraña, al final de este procedimiento, queda atrapada la realidad profunda y no la mera contingencia fenoménica.  


Vicente Cervera Salinas:

Antonio Cillóniz es un gran poeta –a veces olvidado por los lectores de poesía– y al que debemos vindicar por su “intensidad y su altura”, que diría su paisano César Vallejo.  


Carmen Ruiz Barrionuevo:

-El lenguaje de Cillóniz no se quiebra a concesiones sino que busca la precisión verbal en el poema, y en el verso; no prodiga las imágenes, no derrocha adjetivos que halaguen al lector, sabe que escribir es reducir y usa las mínimas palabras, pero siempre las justas para dar en el blanco exacto de lo que busca toda poesía: la función de remover las conciencias, de intranquilizar a un lector mecanizado en una sociedad como la de nuestros días.



Opus est. Tardes de otoño
Del poder absoluto

Al pasar por el Parlamento,
escuché voces contrapuestas y encendidas
que decían estar hablando en mi propio nombre
todas al mismo tiempo, entonces
quise exponer mis opiniones
sobre aquello que había oído, pero
en la puerta un ujier
me cerró el paso y me dejó en la calle.


***


Yo he sido quien los viese madurar
mezclando hojas de olivo y de laurel
con las pequeñas ramas del ciprés.
Y en el solsticio del invierno
que al ocio hace tan largo casi
como al negocio
y más aún el del estío,
así también de vanos
habrán de ser después sus sueños.


***


Si no distingues al halcón de entre los buitres
o al lobo del cordero
y al zorro de una liebre,
¿cómo sabrás después
elegir el momento
de coger o dejar las cosas
y de si debes proseguir o detenerte?
Lo que crece y entonces se alza,
se ensancha, extiende y ramifica
y no lo cortas,
acaba por caer al suelo
para al final ahí pudrirse.



Opus est. Noches del invierno
Espejo de Narciso

Ah, pobres ninfas condenadas
a recibir la sombra de Narciso
que, a causa de las ondas que producen
al intentar tocarla,
ellas mismas deshacen.
Oh carne de agua, oh sombra de aire
que sin ninfas también desaparecen
al enturbiar su imagen
las lágrimas del alma
de un Narciso igualmente condenado
a ver cual cuerpo de la amada
la propia sombra del enamorado.


***


La posesión efímera del goce
satisfecho por un instante
como medida de uno mismo,
pues tan sólo anhelamos
sentirnos anhelados.









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